Cómo manejar
la impulsividad de los niños hiperactivos en el aula
Los alumnos
TDAH emplean muy poco tiempo en analizar los estímulos, son poco atentos y
cometen más errores que los reflexivos. Deben tomar conciencia de los procesos
cognitivos que se utilizan en el aprendizaje para aprender a controlarlos,
reconducirlos y optimizarlos.
También
deteriora seriamente la capacidad de aprendizaje del niño y su buena adaptación
a la escuela y los compañeros. En primer lugar, debe quedar claro que el niño
tiene dificultades para regular su estado de activación. Por eso siempre suelo
recordar que: "No es tanto que no quieran autocontrolarse sino que tienen
dificultades para hacerlo". Una vez activados (descargas hormonales
conjuntamente con emociones intensas de frustración) tienen que efectuar alguna
acción (rabietas, huida, agresión, lanzamiento objetos, etc.). Ello no quiere
decir que seamos tolerantes, sino que desde la comprensión de lo que pasa
podemos ayudarle de forma más eficaz. A este respecto, hay que señalar, que la
mayoría de niños impulsivos suelen luego arrepentirse y se comprometen a no
volver a hacerlo cuando se lo razonamos. No obstante, vuelven a recaer en los
mismos comportamientos disruptivos al tiempo que manifiestan una cierta
perplejidad o inquietud al verse superados por sus propios actos y no saber por
qué vuelve a ocurrir.
TDAH MANEJAR
IMPULSIVIDAD ALUMNO
La
impulsividad es la causa del comportamiento inadecuado, la precipitación de la
respuesta hace que no entren en marcha los mecanismos de reflexión que
seleccionarían una respuesta más adecuada. Una respuesta probablemente más
racional y menos emocional.
Se contempla
el TDAH como un fallo en el tiempo de demora, el tiempo de espera desde que
entra un estímulo y se responde ante él. Cuando nuestro cerebro recibe una
información se dispara una gran cantidad de actividad cerebral y se ponen en
marcha de manera automática, involuntaria e inconsciente diferentes procesos,
pero lo más importante es que estos procesos podemos hacerlos voluntarios y
conscientes. El niño con TDAH no sólo tiene dificultades en ese tiempo de
demora que es menor, sino en no saber que voluntariamente y conscientemente
puede utilizar su mente, desarrollar y potenciar esos procesos: mirar,
observar, atender, analizar, seleccionar de forma consciente, utilizar su mente
para pensar en el pasado y anticipar el futuro, tomar decisiones, pensar un
plan, entre otros.
La
impulsividad como deficiencia mediacional (Meichenbaum, 1977) es considerada
como consecuencia de una debilitada habilidad del lenguaje para guiar,
controlar o gobernar la conducta. En los niños con TDAH existe un déficit en la
adquisición del lenguaje interno como mediador de la conducta, existiendo
diferentes niveles de deficiencias en este discurso privado de auto-guía:
deficiencia de mediación (no hay habla interna o no es auto-guía), deficiencia
de producción (sí utilizan autoinstrucciones de autoguía pero fracasan a la
hora de ponerlas en práctica en las situaciones apropiadas), deficiencia de
autocontrol (sí utilizan autoinstrucciones de autoguía, las ponen en práctica
en las situaciones apropiadas, pero son insuficientes para controlar la
conducta). Las conductas impulsivas se manifiestan en:
Interrumpe a los demás.
Se entromete en los asuntos de los demás.
Responde precipitadamente a preguntas.
Se muestra impaciente.
Dificultad para aplazar una gratificación.
Dificultad para esperar su turno.
Actúa sin pensar. Falta de reflexividad. Se salta
normas.
Dificultad para tareas de análisis.
Poco control sobre la expresión de sentimientos.
Dificultad para inhibir la conducta. No siguen
instrucciones
No evalúa consecuencias.
Respecto de
estas conductas el profesor/a puede llevar a cabo diferentes estrategias y
pautas de intervención a aplicar en el aula:
Definir normas: Consensuar y definir
las normas generales del aula, y decidir las consecuencias de su
incumplimiento. Redactarlas en positivo, han de ser pocas, claras y
consistentes. En el caso de niños con TDAH es importante anticiparse a su
conducta, hacer un recordatorio frecuente de la normativa y colocarla en un
lugar visible del aula.
Invitar a la reflexión: el profesor puede
hacer la pregunta, "invitar a pensar" y responder más tarde. También
pueden hacer que deban tomarse el tiempo necesario antes de dar respuesta a
cualquier tipo de ejercicio (demora reforzada). No dar por buena la primera
respuesta y pedir volver a pensar.
Herramientas para recordar: Podemos
decirle al alumno que escriba lo que va a decir para así estar seguros de que
no se olvidan y así aprenden a respetar el turno.
Ayudarle a generar alternativas: Hacer
un ejercicio de reflexión, tras la acción, que evalúe su conducta sin sentirse
culpable pero sí generando alternativas para que estén en su mente otras
posibles actuaciones. Esto se puede llevar a cabo analizando las consecuencias
de cualquier problema viendo las distintas alternativas de solución que se generan
y eligiendo una de ellas para la resolución del problema.
Modelo participativo: El profesor/a
puede ejemplificar ante los alumnos la realización de los ejercicios y los
corrige verbalizando las estrategias de solución. El objetivo es servir de modelo
para que observen e imiten, haciendo uso de las autoinstrucciones.
Realizar una mayor supervisión: en
situaciones menos estructuradas como el patio de recreo, salidas,
desplazamientos, fiestas?
Favorecer el autocontrol: mediante el
entrenamiento en autoinstrucciones,intentando que el alumnado modifique las
verbalizaciones internas que emplea cuando realiza cualquier tarea y las
sustituya por verbalizaciones que son apropiadas para lograr el éxito y control
de su conducta. El objetivo es enseñar el lenguaje como autoguía y que utilicen
pasos que les ayuden a organizar su pensamiento de forma más ordenada cuando se
enfrentan al ejercicio. Pedirle que piense en voz alta para ayudarle a generar
un lenguaje interno que controle su conducta.
Uso de reforzadores: reforzar al grupo
la conducta adecuada que hayamos planteado. Ej.: "¡Qué bien!, gracias a
que habéis seguido la explicación sentados y en silencio, hemos podido terminar
a tiempo". Elogiar, en los momentos de inicio de conducta inadecuada, al alumno
que presente un comportamiento adecuado y que pueda servir de modelo.
Expresarle diariamente aspectos positivos realizados y utilizar un registro
donde pueda ver sus avances que realiza en los aprendizajes.
Mantener la calma: Es muy importante
que cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema (rabieta, insultos,
etc.) los padres, maestros o educadores mantengan la calma. Nunca es
aconsejable intentar chillar más que él o intentar razonarle nada en esos
momentos. Esto complicaría las cosas. Tenemos que mostrarnos serenos y
tranquilos pero, a la vez contundentes y decididos
Hablar sobre las conductas inadecuadas:
hacerlo siempre en privado. Evitar comparaciones con otros alumnos. Evitar
comentarios negativos, ironías, alzar la voz. Nunca decirle que es malo sino
que se ha portado mal durante unos momentos y que eso puede arreglarlo en un
futuro si se empeña en ello. El niño debe aprender, aunque aceptemos el hecho
de que tiene dificultades para controlarse, que sus actos tienen consecuencias.
Por ello, contingentemente a las rabietas, conductas desafiantes, agresiones u
otros, deberemos ser capaces de marcar unas consecuencias inmediatas (retirada
de reforzadores, tiempo fuera, retirada de atención, castigo, etc.). Por
ejemplo si ha lanzado objetos, deberá recogerlos y colocarlos en su lugar; si
ha insultado deberá pedir disculpas, etc. esperando a que se tranquilice para
aplicar las contingencias marcadas.
Cuidar la autoestima: Sustituir el
verbo ser por el verbo estar, para cuidar su autoestima e informarle del
comportamiento esperado. Ej.: en lugar de "Soy un atolondrado", decir
"Estoy atolondrado". Puede ser más adecuado utilizar como señal de
aviso algún movimiento concreto del maestro/a. Este método es más discreto y
tiene la ventaja que suele pasar desapercibido por el resto del grupo. Por
ejemplo: "Cuando veas que te miro y doy dos golpecitos con mi bolígrafo o
cuando me toque la nariz, etc."
El semáforo: Una estrategia que podemos
emplear y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La estrategia es simple:
se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles feedback) cuando
se están empezando a activar. El color verde significa que todo va bien, el
amarillo significa precaución y el rojo que es una conducta inadecuada. La
técnica del semáforo es también muy adecuada para utilizarla en dinámicas
grupales en las que todos los niños reciben las instrucciones y así conseguir
una cierta autorregulación del grupo en casos en los que haya riesgo de
conflicto.
Estrategias de relajación: Si el niño
ha trabajado, paralelamente, alguna técnica de relajación o estrategia
alternativa de afrontamiento, podrá intentar ponerla en marcha cuando note la
activación o se le avise de ella. Por ejemplo, podemos (según edad y
características del niño) enseñarle a que cuando se note activado procure
respirar profundamente al tiempo que se da autoinstrucciones:
"Tranquilo", "Cálmate", etc, o incluso utilizar la técnica
de la tortuga.
El objetivo
fundamental de toda intervención con niños impulsivos es dotarles de
herramientas prácticas que les permitan por ellos mismos regular, en la medida
de lo posible, su impulsividad.
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