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Semblanza de Hermes Binner: “Lo que brilla con luz propia, nadie lo puede apagar”


Semblanza de Hermes Binner: “Lo que brilla con luz propia, nadie lo puede apagar”

Por Gastón D. Bozzano

Habían pasado poco más de cien días de gobierno del Frente Progresista en Santa Fe, eran los primeros meses de 2008, y Hermes Binner pronunciaba su primer discurso como gobernador ante la Asamblea Legislativa. Lo que para otros era un enorme desafío, para él era una oportunidad de arengar, lo entusiasmaba tanto cargar de sentido lo realizado en apenas un puñado de jornadas de su gestión como poner proa hacia un futuro próspero: “Sacar las vallas y convocar a la participación ciudadana en asambleas; suministrar vacunas y anunciar la construcción de nuevos hospitales; llamar a pintar las escuelas y convocar a los docentes para opinar y transformar la educación; atender a las víctimas y reformar el Consejo de la Magistratura: son ejemplos de que nos preocupa lo cotidiano, pero también de que pensamos en una sociedad previsible, pensamos en el mediano y en el largo plazo, pensamos para el futuro”.

Así se presentaba Hermes ante la Asamblea Santafesina: rendir cuentas de lo hecho, planificar el futuro. Hermes Binner, de puño y letra.

Hermes Binner falleció en Casilda, Santa Fe, a los 77 años, el 26 de junio de 2020. Sería un error advertir que con él partió un estilo de hacer política, una forma de construcción colectiva, un aliento constante a la participación ciudadana, un deseo irrefrenable de transformar el Estado cada vez que sea necesario para hacerlo más cercano a la gente, una pasión por concebir la cultura como herramienta de desarrollo. No es así. Todas esas premisas de acción política, entre muchas otras, que Hermes -nunca solo, siempre acompañado- pensó y desarrolló, laten fuertes, ya sea en los colectivos políticos y sociales que fueron cercanos a él, ya sea en el seno de diversas organizaciones sociales argentinas. Hermes Binner fue, como otros hombres pioneros, alguien que encendió una luz en la oscuridad para cambiar la Historia. Cambiarla para siempre.

El breve repaso de su vida personal narra, también, sus propósitos. Ese relato dice que nació un 5 de junio de 1943 en Rafaela y que a los 18 años se fue a estudiar Medicina a Rosario. Fue desde entonces cuando, de manera exponencial, su vida se transformó: en Rosario comenzó a ser él en tanto los otros, en tanto la sociedad que lo rodeaba, cada vez más lejos de los anhelos individuales. Es que Hermes abrazó en Rosario los sueños colectivos. Por eso a esa edad se afilió al Partido Socialista y comenzó a militar en el Movimiento Nacional Reformista en la Universidad; por eso participó junto a otros compañeros de la fundación del Partido Socialista Popular y fue junto a su guía, Guillermo Estévez Boero, un hacedor de esta organización hasta el fin de sus días, y muchos años después, también, de la unificación de todo el socialismo argentino.

Ya recibido de médico, desoyó el mandato de instalar un consultorio céntrico y se fue a trabajar al popular barrio de La Tablada, en el sur de Rosario, donde atendió durante años a los obreros que provenían fundamentalmente de las industrias frigorífica y portuaria. También allí estaba el sello político de su trabajo: tempranamente, el consultorio de Hermes estaba donde era más necesario. En los primeros años de la democracia fue director y vicedirector de hospitales públicos municipales y provinciales.

Inherentes a su profesión de médico, sus convicciones por tejer una red de salud pública para todas y todos fueron su quimera, que jamás abandonó. Precisamente en 1989, ya como secretario de Salud de la gestión municipal de Héctor Cavallero en Rosario, puso la piedra basal de esa construcción, que después tendría un desarrollo inimaginable y merecería el reconocimiento unánime, aun de sus adversarios políticos.

En 1991 acompañó a Ricardo Molinas en la fórmula para la Gobernación de Santa Fe, como candidato a vicegobernador. Dos años más tarde, en 1993, fue electo concejal de Rosario.

En 1995, a la hora señalada por la Historia, la sociedad rosarina lo reconoció en las urnas como intendente de la ciudad, cargo para el que fue reelecto en 1999. Repasar en estas pocas líneas lo que Hermes Binner gestionó en y para Rosario es tarea imposible: allí están los hospitales, la red de atención primaria de la salud, los museos, los centros culturales, las obras y los servicios públicos que no podían esperar. Allí está la transformación urbana de la ciudad, amparada por una discusión estratégica histórica e inclusiva que fue ejemplar en Sudamérica. Por eso ahora el repaso sería, a más de injusto por lo precario en esta hora, imposible. Simplemente hay una realidad histórica que lleva, insoslayablemente, su sello. Quien quiera verla la tiene frente a sus ojos, en la Rosario que Hermes tanto quiso.

En 2003 estuvo convencido de que había llegado la hora de luchar para transformar Santa Fe y se lanzó como candidato a gobernador, desafiando una hegemonía política del justicialismo que llevaba, amparado en la Ley de Lemas, veintiún años en el poder. Fue esa misma Ley de Lemas, que tanto violentaba la voluntad popular, la que le impidió llegar entonces a la Casa Gris. Hermes debió esperar cuatro años más, pese a haber sido en 2003 el candidato más votado por la sociedad santafesina.

Electo diputado nacional, desplegó una labor ejemplar en la Cámara Baja y entonces sí, en 2007, ya no habría más demoras: derogada la Ley de Lemas, obtuvo una victoria contundente y fue ungido gobernador santafesino, el primer gobernador socialista de una provincia argentina, inaugurando así un liderazgo del Frente Progresista en Santa Fe que se extendería durante doce años. Quizás porque la tarea era enorme, mucho más grande que la realizada en Rosario, por la vastedad de la provincia, por su riqueza y diversidad, fue allí donde Hermes desplegó un trabajo de estadista impar, que sirvió de espejo para muchos de quienes lo acompañaron y sucedieron en la gestión.

En su citado primer discurso de apertura de sesiones de la Legislatura de Santa Fe, en 2008, no se limitó a decir lo que iba a hacer ese año, sino que trazó un programa que desarrollaría durante toda su gestión, y fue claro: “Nuestra convicción es que no hay política de Estado sin orientación al mediano y largo plazo”.

Habló allí de “construir una democracia exigente, donde la política estatal pudiera reformular y reorientar los intereses existentes en la sociedad civil en función de un proyecto de mejora de la sociedad en su conjunto. La calidad de una sociedad y de su organización estatal -explicó- se relaciona directamente con la capacidad de proporcionar a sus habitantes los atributos mínimos de ciudadanía, garantizando un piso irrevocable de derechos para todos y cada uno”.

“El objetivo que definimos entonces y que hoy guía nuestra acción de Gobierno pone el acento en alcanzar un mayor bienestar para Sana Fe. Construir desde el gobierno las condiciones para un desarrollo sustentable de nuestra sociedad. Y cuando decimos desarrollo estamos pensando en una sociedad equilibrada, donde el crecimiento económico facilite el desarrollo social y cultural propio de una sociedad. En ese sentido -advertía- no hay que olvidar que el Estado no es sólo un conjunto de instituciones y organizaciones públicas, es también un agente de unidad de la sociedad”.

Hermes fue ejemplo, en su extensa trayectoria política, del hombre que aprende de sus experiencias y que, en un proceso dialéctico, las transforma en un espacio de meditación y tesis para dar sus próximos pasos. Si en Rosario había sumado todas las voces diversas, sin exclusión, en la discusión de un plan estratégico para la ciudad, en 2008 ponía en marcha ese mismo programa en Santa Fe: “Construir esta democracia participativa de proximidad, en la escala de nuestra provincia, es compatible con el desarrollo de una práctica de democracia que permita compatibilizar las experiencias municipales y provinciales con las propias experiencias de la sociedad, proyectándolas en el horizonte más amplio de la región y de la provincia”.

Por eso vio que reorganizar territorialmente Santa Fe por regiones no era solamente una forma de optimizar la administración del Estado, sino, sobre todo, una forma de estrechar la relación Estado-ciudadanía, permitiendo la genuina participación de la gente en la elaboración de los planes estratégicos regionales y en la construcción del Plan Estratégico provincial.

Las gestiones municipales en Rosario y su inolvidable paso por la Gobernación de Santa Fe proyectaron a Hermes Binner a la escena nacional. Y en 2011, acaso impensadamente para muchos, tuvo una performance extraordinaria como candidato a presidente de la Nación, acompañado por la cordobesa Norma Morandini. Detrás de la entonces reelecta presidenta Cristina Fernández de Kirchner, resultó segundo y fue el candidato socialista más votado de la historia en una candidatura presidencial.

Tiempo después volvió luego a ser diputado nacional, y también presidente del ya unificado Partido Socialista.

Quizás gran parte de Santa Fe, y casi seguro Rosario toda, amanecerán estos días no sólo un poco más tristes, sino también más desamparadas en cuanto a sus sueños de futuro. Es que Hermes Binner fue eso: un forjador de sueños colectivos que llevaran más solidaridad, más inclusión, más trabajo, más cultura, más salud, más educación para todas y todos. Sin embargo, ante esa sensación de desamparo, acaso haya que tener en cuenta que Hermes hizo que esos anhelos de una sociedad brillaran con luz propia, más allá de los hombres, más allá de los tiempos políticos. Hermes ha partido, pero esos sueños aún fulguran, quizás porque, como dijo un gran poeta caribeño, “lo que brilla con luz propia, nadie lo puede apagar”.

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