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Nuestro Rechazo a la Usurpación Institucional de la UCR.


Nuestro Rechazo a la Usurpación Institucional de la UCR.

Ante una nueva dramática Hora en nuestra vida nacional, la UCR arrastra la peor y más disolvente encrucijada en su más que centenaria vida institucional y política partidaria. Pero novedosamente –en esta oportunidad-, lejos de confrontarla, llamarse a superarla y darse una reestructuración política, se ve sumida en una coptación de sus estructuras institucionales, desviada en su identidad ideológica y vaciada en su funcionalidad organizacional por parte de su Conducción dirigencial, oligárquica y autista, ante el desamparo de sus afiliados, la confusión de sus correligionario y el desaliento de sus militantes.

En el día de hoy, está prevista una reunión de la Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, instancia política ajena al Partido, pero a la que la UCR continúa alineada por decisión ilegítima e ilegal de su nomenclatura, aún después de agotado el nuevo proceso electoral para el cual dicho alineamiento fue establecido, y concluido -incluso- el mandato gubernamental para cuyo sostenimiento oportunamente se argumentó su continuidad. No es la primera reunión de esta instancia, pero sí lo es con agenda política posterior a las últimas elecciones, elocuentes en sus resultados –sin embargo- del fracaso estrepitoso del proyecto político que se pretende seguir sosteniendo.

De modo que las Autoridades Partidarias, que pregonan el continuismo del alineamiento en Cambiemos, están abusando de sus representaciones y excediendo los mandatos de nuestros cuerpos orgánicos.
Ejercen supuestas, aunque cuestionadas, legitimidades de origen, pero no ejercen legitimidad, ni legalidad estricta, de ejercicio. Usurpan institucionalmente a la UCR.

Con el reciente recambio de Administraciones, se cerró un inédito ciclo político neoconservador y un repetido (y frustrado) ciclo económico neoliberal en el país. El dramático contexto económico, social, e incluso político, tanto como de ansiedades e incertidumbres sobre su inmediata evolución futura, en el que el agotamiento de este doble ciclo se terminó realizando, muestra un furibundo fracaso de gestión política nacional, pero también de gestión política partidaria. Sus consecuencias son nefastas, tanto para el país como para la UCR, que patológicamente a partir de Gualeguaychú, vino comprometiendo su capital político simbólico de manera unilateral, incondicional, no perteneciente y no programática con el ciclo agotado. Y, con ello, vino vaciando gradual, pero inexorablemente, su organización política.

En Gualeguaychú se nos planteó una visión resultadista: se nos recordó que un Partido no podía renunciar a su vocación de Poder y que, para alimentarla, la UCR debía hacer concesiones a la tradición principista y de Intransigencia política, para acomodar un espacio coalicional que nos llevase a co-administrar el Poder.

El espacio coalicional nunca fue tal, pues nunca tuvo siquiera aspiración a fundamentarse en una fase programática o negociada de manera respetuosa de la propia condición.

Fue, por el contrario, -como tantas veces señalamos- un virtual contrato de adhesión a pertenencias y pensamientos ajenos que, justamente, inspiraron históricamente nuestras luchas constitutivas como Partido; de subordinación incomprensible e irresponsable a estructuras políticamente lábiles y electoralmente líquidas, con meros objetivos subsidiarios y mezquinos de persecución interesada del “carguismo”, y de la propia auto-referencialidad de la nomenclatura partidaria.

Ello hizo implosionar el proyecto político del Radicalismo, al poner en contradicción manifiesta su bagaje doctrinario y su capital simbólico remanente, con su acción política.

No se podía -y efectivamente no se pudo-, incluso era –y efectivamente fue- moralmente incompatible pretender ser la Lucha por la Causa de los Desposeídos; y, sin embargo, pretender librarla alineados –y de manera incondicional- al Régimen falaz y descreído.

Más allá de la pretensión inadmisible e insustancial de la conducción partidaria de aferrarse a un alineamiento político aberrante a nuestra tradición de pensamiento y agotado en su gestión, el fracaso incurrido es la exteriorización fáctica de que el proyecto de Gualeguatchú fue un proyecto fallido, y que – simbólicamente- ya se terminó. Está terminado y, sin embargo, la conducción partidaria no se anotició.

Así, devinimos hacia estos tiempos de opacidad en el entramado partidario común y de desdén al reconocimiento de la militancia en su esfuerzo desinteresado. Son tiempos deshonestos, de desvíos ideológicos inaceptables, de continuismo ocupacional e interesados de la conducción institucional del Partido, al tiempo que de especulada desarticulación del funcionamiento regular de sus espacios de discusión y de condicionamientos sobre sus órganos más participativos de decisión.

Ello ha puesto en crisis incuestionable los parámetros pre-existentes de la ética partidaria. Y su accionar político, sin ética, se ha tornado interesado, superficial, mediocre e inestable.

Tenemos pendiente la obligación generacional de este tiempo de rescatar a la UCR de la anomia funcional, la abulia política, el descrédito ante la opinión pública, la ausencia ante el electorado y la insignificancia e irrelevancia crecientes de su organización.

Es inadmisible, grotesco y contradictorio de sus mejores tradiciones que un grupúsculo de cúpula pretenda, sin debate de ideas, sin someter semejantes decisiones estratégicas al cotejo de los afiliados y del pueblo Radical, imponer ilegítimamente la continuidad de pensamientos ajenos a su condición y bagaje de doctrina. Ese criterio impositivo contradice, incluso, sus mismas bases morales, principistas y democráticas, al pregonar hipócritamente democracia hacia afuera y no practicarla de manera honesta, transparente y legítima, hacia adentro.

Pregonamos llamarnos, en todas las instancias jurisdiccionales, al estado de Asamblea que contempla nuestra Carta Orgánica, para promover un debate generalizado, participativo y abierto a toda la militancia sobre el perfil político futuro de nuestra organización.

Y promover una campaña general de re-afiliación, limpieza de padrones, y una convocatoria de consenso a un proceso integral de elecciones internas posteriores, en todos los distritos e instancias orgánicas del Partido, de manera de legitimar representaciones políticas en sus estructuras de conducción. Debemos re-democratizar la UCR y recuperar centralidad doctrinaria para poder recomponer un proyecto propio, progresista y consistente a ofrecer a la ciudadanía, para así recuperar instrumentalidad política.

La UCR es el instrumento institucional válido para contribuir, desde nuestra pertenencia, a un proceso irrenunciable de Reparación Nacional. Se trata de completar el proceso de consolidación democrática y republicana, iniciado por todos los argentinos y con el liderazgo del Radicalismo, en oportunidad de la restauración democrática del ´83. Hoy –como entonces- es un mandato de conciencia comprometer todo esfuerzo de acción política hacia adelante en incorporar la dimensión social a la democracia normativa.

Y es mucho más que eso: es procurar dar un salto cualitativo de calidad y consolidación democrática en nuestro contrato político y social como Nación. Sin democracia social no hay plena vigencia democrática, ni progreso social, ni crecimiento económico posible –mucho menos, horizontes de desarrollo-, ni siquiera gobernabilidad sustentable del sistema.

Pero, además, la UCR está llamada, en esta circunstancia en que el electorado nos ha ubicado como Oposición política, a servir de contralor republicano a la acción gubernamental, en especial, teniendo en cuenta la baja credibilidad republicana con que vuelve al Poder, después de su experiencia más reciente de gestión. Es una demanda ineludible de estos tiempos la recomposición del sistema de Partidos y, en general, de un sistema político-institucional equilibrado, funcional y creíble en la República que dé contención, protección y respuestas efectivas a los reclamos y postergaciones actuales de la ciudadanía.

Esa es la obligación de su tradición de pensamiento para la UCR; y no buscar representar una simbiosis, ya probadamente perjudicial y políticamente reprochable, de aspirar a ser alternancia política y doctrinaria a la vez. Es aquella alternancia, y no ésta última, la que puede poner en valor la declamada vigencia del Radicalismo en el escenario político nacional.

En esa dirección, y como militancia política que nos asumimos, tenemos la obligación –ya no sólo el derecho- de contribuir nuestro esfuerzo y de marcarle a las autoridades y conducciones partidarias el paso en dirección de consolidar, en la vida interna del Partido y en su proyección propositiva a la Nación, la actualización para estos tiempos de su tradición doctrinaria popular e intransigente. Nuestro deber es de organicidad partidaria, de recuperación de la mística militante, y de consolidación del discurso político (es decir, la afirmación del “mensaje”). El de la conducción partidaria, es el de recuperación de los espacios de debate, de participación y de legitimación de la representación, para facilitar el proceso de recuperación del Partido y de reconstrucción del proyecto político Radical.

El mandato de la Hora es luchar contra el desánimo, la desesperanza y la desigualdad de oportunidades de una amplia proporción de conciudadanos/as que, lejos de disminuir, se consolida estructuralmente.

Hay una Argentina fraccionada y superpuesta, que posterga derechos, algunos elementales, y diluye ciudadanía, dentro de la que aún subsiste en condiciones de pobreza y marginalidad inaceptables, una porción todavía incomprensiblemente significativa de compatriotas. Frente a semejante realidad, es nuestra obligación moral, nuestro desafío político y nuestro compromiso ciudadano trabajar en dirección de su reincorporación al circuito económico y social y para reinserción plena a la vida nacional.

Sostenemos intacta y paciente nuestra predisposición a contribuir con la acción de Gobierno, aún incipiente, de la nueva Administración. Pero vemos con creciente preocupación las perspectivas rápidamente incrementales de que su conducción política nacional no encuentre una pronta salida virtuosa a los problemas económicos y sociales en el país. Ni asuma cabalmente la prioridad crítica de consolidar el sistema político e institucional de balances y contra-balances, propios de una escena pública más estable y de una mayor calidad republicana. Y que, sin embargo, el Radicalismo no sepa ofrecer una alternativa social-demócrata eventual efectiva, válida y moderna a la ciudadanía.

La UCR es un partido con vocación de Poder y, como tal, habrá de reasumir un sendero franco de reconstrucción de su propio proyecto de conducción de los asuntos de Estado. Y lo habrá de hacer desde su tradición democrática, republicana, libertaria, igualitaria, progresista, popular y latinoamericanista.

Si no, no tendrá razón de subsistir.

Es pues, momento de recuperación de nuestras mejores tradiciones doctrinarias, de re-ponderación de nuestras fortalezas partidarias, de redoblamiento del compromiso moral permanente de la militancia, de reformulación de nuestro propio proyecto político y de reforzamiento de nuestra acción pública hacia el país que nos está contemplando.

Vaya nuestro compromiso incondicional con esa tarea, a la que, en plenitud, con constricción al esfuerzo y con pasión republicana, nuestra querida UCR está llamada, en estos tiempos, a asumir.

Movimiento Nacional de la Militancia Radical - MNMR
Buenos Aires, 28 de Enero de 2020

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